domingo, 23 de septiembre de 2007

El primer dìa...

Su mirada es clara y cristalina, y en sus ojos se hospedan los secretos de la infancia; la picardìa, la frescura y la inocencia de esos ojitos que en la puerta colorida de un jrdìn me miraban desesperadamente. Solo bastò con una mirada para darle la seguridad que necesitaba, y mientras mis ojos simulaban tranquilizarlo, mis manos temblaban a la par de las suyas. "Todo està bien" le dije, solo inclinò su pequeña cabecita y observò sus pies temblorosos, sus piernas flaquitas y sus zapatillas acordonadas.
Era el primer dìa de su travesìa y aunque todos aparentaban estar contentos, una etapa de nuestras vidas se despedia el mismo dìa que sus ojitos aclamaban protecciòn. Ya no seriamos solo los dos, ya nada seria igual. Y a pesar del sufrimiento que ocasiona se debe dejar ir a quien se ama... y asì como se despide a un amigo despuès de una visita, asi nos dspedimos. Yo con una sonrisa pintada en el rostro y mis ojos, que parecian ser los ùnicos testigos de esa mezcla rara de sentimientos, de nerviosismo y orgullo.

Hoy veinte años despuès de aquel lunes lluvioso de marzo, de aquel dìa en el que nuestras vidas padecieron uno de esos cambios inevitables que acarrea el tiempo, lo tengo aùn conmigo, y como lo suponìa aquella vez ya nada es igual.
Escasamente mis manos sujetan las suyas, y son pocas las noches que beso su frente, pero aunque ya no lo exprese tanto como aquellos dìas en los que eramos solo los dos, mi cuerpo aùn experimenta esa serie de sensaciones cuando otra travesìa se acerca, porque hoy igual que el primer dìa que mi hijo llegò al mundo y su rostro maravillò al mio, lo sigo amando con la misma intensidad.

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